El locro de la luna

Por César Perdiguero

∗ Salta (1921-1984) | Poeta y escritor

 

 

El locro de la luna*

 

El Barbudo Castilla, andaba nostalgioso días antes. Miraba el cielo, buscaba la luna.
Y comentaba:
-¡Qué hermoso! ¡Qué hermoso y que triste! ¡Estos americanos nos van a conquistar la Luna…!
Tenemos que hacer algo…
-¿Para impedirlo?
-No… Para celebrarlo.
Y entonces inventó el Locro de la Luna. Una convocatoria cordial para todos los poetas de Salta: Cantarle a la Luna sus endechas finales.
Se fijó la fecha: Todo tenía que ocurrir la noche del sábado 19. En el Teatro Argentino y alrededor de una mesa bien servida. Allí, un locro. Vinos mansos. Canciones y después, la poesía.
Rápidamente solicitó la ayuda de 5 músicos, los pintores, los escultores y los muchachos soñadores que aún quedan. Ellos tendrían a su cargo la decoración ambiental.
El mismo Castilla fijó las condiciones a las que se ajustaría esa reunión. Decían las cláusulas:

-El locro se realizará se llegue o no a Selene, por la simple maravilla la hazaña.
-El único lado político que podría vérsele a este locro está en la cara oculta de la Luna.
-Plásticos de aquí decorarán el lugar del lunático simposio.
-Cualquier comensal tiene derecho a discursear sobre la Luna.
-No asistirán damas porque son lunáticas.

Sin embargo, asistieron. Ellas y más de trescientos comensales participaron de ese histórico Locro que final fue un hermoso torneo. En el país no debe haberse registrado hecho tan celeste, cristalino, sonoro y original.
El locro propiamente dicho fue mingado a doña Dominga de Díaz que al culminar la fiesta y con los honores de reglamento fue públicamente presentada ante el público que la aplaudió cariñosamente. Al iniciarse el simposio se lanzó al espacio un globo pacientemente construido por el folklorista Julio Espinosa, que también puso en órbita bellas canciones.
Pasaba el locro humeante y se levantaban temblorosos los brindis. Pepe Martín ofreció como bastonero en la ronda lunar y al concluir lo que había comenzado como una tenida gastronómica, estallarion las luces del torneo: Todos dijeron sus poemas.
Allí estaban desde luego, Manuel J. Castilla, Julio Espinosa, Miguel A. Carreras, Jorge Díaz Bavio. Hugo Ovalle, Carlos Hugo Aparicio, Carlos Michaelsen Aráoz, Antonío Vílariño, el Teuco Castilla, Holver Martínez Borellí, Miguel Angel Perez, Walter Adet, Jacobo Regen, Julio Diaz Villalba, todas voces fundamentales de la poesía salteña.
Estaban los que se preguntaban:

“¿Por dónde, ya sin ti, vagarán los amantes de la noche?” (Castilla)

como los que pensaban en los retornos:
“Cuando regresen y cuenten a sus hijos/ recuerdos de la nada… crecerá la historia” (Ovalle)
y los que sabían que en el territorio aún inconquistado, ya algo nuestro hay
“…en la roca intocada… / verá con gran asombro grabado como a fuego/ el viejísimo rastro de nuestro corazón”.

Alguien (Holver Martínez Borelli) le habló al astronauta:

“Tu reino es éste / que nos llama desde todos los océanos y montañas / que no logran unirnos…”
y el de más allá descubrió la tragedia y el patetismo en ese Colón del cosmos:
“Busca (allí) su mortal guarida / y bebe del amor en esa fuente de inmensa soledad entristecida”.

Conoceremos completos esos Poemas en próximas ediciones. Pero es preciso terminar el comentario con una cita de otro trabajo debido al impenitente poeta Julio Díaz Villalba -actual Ministro de Gobierno de Salta- que llegó más lejos que todos: descubrió por el gracioso milagro de la poesía octosilábica, como los astronautas han podido capturar la Luna.
Le alcanzó una copla para explicarlo:

¿ Y cómo l’han alcanzao
en su lejano destierro?
¡ Dejuro que l’han pillao
cuando estaba encima’el cerro!

*El 20 de julio de 1969, el hombre llegaba por primera vez la luna.

Ilustración: Alejandro Barbeito

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