El banderín del córner (25 de noviembre de 1979)

Por Aldo Lamberti

∗ Serrano, Provincia de Córdoba - Escritor y Músico “cantacuentos” |

Me contaron que de niño, cuando jugaba a la pelota, mantenía al correr sus brazos bien pegados al cuerpo y flexionados hacia arriba formando una “V”. Al ser la cadencia de su carrera rápida y de pasos cortos, el deslizamiento, sin el aleteo de los brazos, tenía una alguna característica particular que sus amigos/compañeros de juego encontraron en ella el apodo que lo acompañó durante toda su vida: Codito.

Padecía un problema en la rodilla: -Se me sale la rodilla - repetía casi en forma permanente. En más de una oportunidad, producto de algún mal movimiento, algo de la articulación no funcionaba como correspondía y el dolor se tornaba insoportable. Hasta su último día usó en forma permanente una muslera que le comprimía esa zona del cuerpo y seguramente disminuía la molestia que sentía.

Comentaba que jugando un partido de fútbol en Puerto Belgrano, lugar donde hizo el servicio militar, se golpeó en la rodilla, no pudieron curarle y lo dieron de baja.

No sólo le quedó esa lesión que lo acompañó toda su vida sino que perdió la posibilidad de dar la vuelta al mundo en la Fragata Sarmiento. Él tocaba el tambor en la banda de música de la base naval y en ese viaje la agrupación formó parte de la tripulación.

Siempre fue futbolero, rara vez se perdía un partido de los que se jugaban en Serrano.

Allí también aparecía Codito en su máxima expresión.

Allí también fumaba, siempre.

Allí la ceniza del cigarrillo también se alargaba, se extendía, se hacía grande, inmensa para los que estábamos mirando.

Allí también la dominaba, la mantenía firme, rozagante, perfectamente erguida, dominante. No importaba que la cabeza se moviera, o los labios se abrieran apenas (no más de eso) porque él no hablaba, ni gritaba cuando miraba los partidos de fútbol.

Sólo fumaba. Uno tras otro. Sin prisa, sin pausa.

Generalmente se sentaba en algún banco ubicado en un rincón de la cancha, cerca del córner. Desde allí seguía el partido sentado, supuestamente tranquilo, solo y acompañado por su ritual

Por eso me llamó tanto la atención ese festejo.

Fue el 25 de noviembre de 1979. Ese día le ganamos a Sportivo Norte 5 a 0. Salimos campeones en Serrano y la cancha fue una fiesta: gritos, banderas, abrazos, la gente adentro de la cancha, más abrazos, más gritos. Fiesta total.

En plena vuelta olímpica alguien me abrazó con otro abrazo. Más abrazo.

Cuando miré para ver quién era no pude más que sorprenderme, Codito me apretaba con una mano y con la otra levantaba, como si fuese una lanza, el banderín del córner que había agarrado en su carrera hasta el centro de la cancha.

Él, siempre medido en exteriorizar sus emociones deportivas  (tanto en las ganadas como en las perdidas) gritaba, y agitaba el palo del banderín, y saltaba soportando el dolor de esa rodilla que seguramente lo mortificaba.

Fue mi última vuelta olímpica como jugador de fútbol.

Tiempo después la música y la vida me fueron retirando poco a poco de mi tiempo de correr tras la pelota adentro de una cancha. El proceso de dejar fue lento, no de un día para otro, llevó algunos años en los cuales creo que no se produjeron hechos que hicieran cambiar mi convencimiento que el último partido que jugué fue el 25 de noviembre de 1979.

Ese partido con el Norte con el triunfo y el campeonato, con la alegría y el festejo, con el banderín del córner, la ceniza eterna del cigarrillo en sus labios y una rodilla que no respondía como él hubiese querido, selló en el abrazo más abrazo la comunión de sangre que nos unió a lo largo de una vida/vuelta olímpica que no tendría que haber terminado nunca.

“…voy a sentir, voy a pedir, voy a volver a caminar aquel momento en que vio la integridad, la plenitud…” (de Codito)

 

Ilustración: Raúl Olcelli.

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3 Respuestas

  1. adriana rodriguez dice:

    Felicitaciones, excelente propuesta para este momento histórico que vivimos, gracias por acompañarnos!!

  2. Miguel Lucero dice:

    Me encanta lo que has hecho , en cuanto a las historias, me haces acordar al negro Dolina cuando cuenta historias comunes y que de pronto parecen un gran cuento y esto es igual las historias de pronto te transportan en la imaginación y comprobado que son las que necesitamos para vivir

  3. Pato dice:

    Hermoso…..gracias por lo Tuyo amigo

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