Te veo cirqueando en las esquinas,
mirando de reojo el amarillo,
para pedir en cuatro ventanillas,
un premio absurdo a tu niñez sin brillo.
Te veo sin libros, sin escuelas,
sin nada de la nada que tuviste.
Pienso qué viento empujará tu vela
cuál es el norte de tu rumbo triste.
Ángel de la calle
vos sos mi vergüenza y mi dolor,
haceme un hueco en tu rincón
que, aunque no me queden manos,
quiero entibiar tu corazón.