Kamikaze

Texto de Luis Alberto Spinetta

∗ Buenos Aires, Argentina (1950-2012) - Músico y compositor |

 

En la verdadera tolva a la que el continuo nos somete existen infinidad de premisas cuyos caracteres no nos sustraen del hecho inconfesable de estar todos desamparados ante la radiación.
Obviemos que esta pueda ser por ahora polución, o contrariamente partida hacia el Sol, radiación esta de la verdad, siempre en el otro polo. Así es que esa elección de premisas trae consigo la aparición del ser.
Ya no creo ser “artista” y estar siendo aplaudido por “publico” como algo distinguible y de lo cual surgen los roles. Tanto menos creo en el rol del público. Y tanto menos que nada en los condicionamientos.
Es por eso que el cambio llega, tarde o temprano y el “artista” deja de pedirse a sí mismo una oferta para seducir al “público”. En todo caso este ser está siendo plenamente, arriba o afuera o bien en la trama de un amplificador.
Afuera o adentro ya no importa. No existen para un verdadero creador de la luz. Solo la luz y cada uno en su hollejo vibrando con la vida.
Tampoco creo en la hipocresía de que lo que hacemos está dirigida por una fe ecológica o una supuesta fuerza de choque contra la rigidez del mundo. Simplemente la decisión de ser produce una obra buena o mala, imponente o insignificante, a través de un destino si incorruptible, en el total desavenida de roles y compromisos que ante todo no forman parte del ser. Podrán formar parte del antiguo artista testarudo provocándose la exasperación de la genialidad. Pero no forman parte del ser expuesto a la radiación en la toma de decisión de abandonar el proyecto de encantar, para encantarse con el proyecto de vivir. Y aquí sí que tienen que ver las premisas adoptadas y las formas de asociarlas a cada destino.
No se puede estar ya en el polo polución. El ser debe decidir en su misma fuerza la obra de cada micrón de la vida, bajo la radiación del verdadero Universo. De allí veremos que surge la escaramuza del más intrincado, la parábola del arlequín, la musa del que la puede oír , y hasta…el mugido de la vaca.
Esta es una de las difíciles ideas de exponer, luego de todo, un álbum como este para alguien.
Cuando hay canciones que forman parte de una vida y que el solo hecho de imprimirlas implica perderlas, inanimarlas, estalacticarlas sorpresivamente en el juego de la audición y la degustación (para muchos léase disgustación). Yo sé que las he oído desde el principio de su esqueleto y quizás no debí aprehenderlas.
Ahora mi decisión no cambiara. Pero en la calcinación de mis días noto que ya no interesan. Tan solo son esquirlas de mi explosión, bosquejos de una ruta quebrada, solo palabras que tuvieron que estar así, a priori de quien las atrayese para esta confinación.
Jamás dudare de ellas, pero solo sé que todas en algún momento se encontraron ante la ambigüedad de mi oído y de mi olfato. Me exalte pretendiendo vanamente que penetraran en esto de la manera más pura, pero mis torvas creencias las condujeron increíblemente hacia aquí y luego en el avatar de los roles, un día propusieron algo a quienes las escuchábamos.
Pero después quedaron siempre ahí expuesta con todos nosotros a la radiación. Tal es su destino, el nuestro, el de tenerlas acaso compiladas así en una edición a la venta. (?)
Aún así, esta motivación ulterior no desvanece mis canciones y sé que las van a tener de mí, como yo mismo las tengo. Ninguna canción nueva o no compuesta esconde por detrás de si a un mago mistificado escabullido en el tremendo expropiar de la creación actual. Solo la vida, desfigurándonos para que provoquemos quizás algún milagro que trascienda por encima de la música y la poesía, el éxito o el fracaso.

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Este es un mundo de monedas y cospeles. Y si no que den la cara los que pretendieron solo el “oro superficial” que pudiese esconder el alma de un hombre ultrajado como el cacique Tupac Amaru.
Esto es cruel, lo sé, pero ilustra lo tonto que somos al creérnosla en la parafernalia de lo que vendemos, compramos o robamos, cuando la verdadera riqueza difícilmente se alcanza. Es menester hoy más que nunca, buscar esta riqueza y tener esto como premisa inherente al destino creativo, para no caer en la destrucción de lo más valioso.
¿Es muy importante vender discos para que un “artista” sea?, es muy importante que alcancemos felicidad en el sentido de habernos desprendido definitivamente del standard inventivo para poder dejar paso a nuestras vidas, a nuestras decisiones de ser y a nuestra propuesta por encima del vano hecho del genio ya que hay algo muy superior que espera ser percibido.
Vivimos calificando entre los rubros de nuestra ignorancia. Es por eso que admiro profundamente la decisión de aquellos jóvenes Kamikazes, al margen de la abominación de la guerra. Su proporción de sensibilidad es dramáticamente más profunda que la de haber permanecido escuchando estas canciones esperando por papá y mamá.
¿Lamentablemente no hay más Kamikazes de la vida creativa?
Muchos han sido enrolados en la necesidad de crear una oferta para ser consumida. Poco ha quedado del verdadero proyecto de ser en este sinnúmero de cualidades entre las que nos movemos. Y encima sé que muchos nos advierten acerca de la direccionalidad de escapar del desafío de vivir pensando que todo se resuelve con un poco de rock and roll.
No creo particularmente que la vida nos despierte una, digamos tercera vez para reaccionar contra lo que nos obstruye desde siempre. Todos debemos ahondar en ese ser que amamos confiadamente, único entre aquellos que mantenemos obsecuentemente dentro nuestro.
No es cuestión de manijear la estupidez de creerse el dueño de la magia. Por eso ya no importa si mi música suena así o de otra manera, sino que busco algo que está por encima de lo que pretendemos que sea Spinetta o como se llame.
Afortunadamente siento dentro mío la intención de desafiar una vez más al falso interlocutor de nuestra música y de todo aquello que nos ha inspirado durante estos años.
Saquémosle de aquí y quedémonos en la desnudez del destino. Solo así es que somos una canción.

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A veces parece que la vida fuese: “Bueno, me sucede esto porque por otro lado no he tenido acceso a aquello”, y uno trata de vivir apelando al equilibrio. Incluso la música misma luce como una constante trama de modelar una sustancia capaz de no equivocarse
¿Pero con respecto a que patrón?
Y la directriz emocional del oído colectivo, entonces ¿puede asimilar lo positivo de nuestras formas de comunicación? ¿O sigue en un eterno oscilar en el que ya se empieza a percibir cierto aburrimiento? Gracias a muchos “talentos” no ordinarios hemos computado a nuestro favor enormes cantidades de información que hablan de una vida nueva de las células, en un sentido tan amplio que resultaría arduo explayarse. Pero siempre el consumismo condicional ha remitido a los exploradores de nuestro verdadero ser a atender de acuerdo a otro oído colectivo más diligente, menos interesante, más sometido al resoplar habitual de las cosas menos importantes de la vida.
Y al final…cuando algo nos oprime en serio, sabemos que la salida apunta siempre hacia las verdades más ligadas con lo desconocido, a las súbitas nociones de que deberíamos haber sentido desde siempre que somos solo luz y sonido.

El presente texto se publicó en la portada del álbum Kamikaze de Luis Alberto Spinetta, en abril de 1982. -  Gracias Jorge Kasparian (Autor de "Luisito") - Ilustración: Alejandro Barbeito

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