Acaso esto no fuera sino largas palabras
y mi real deseo, entonces, partir una naranja
nuestra, hecha con labios de greda paraguaya
y ardiente, o cubrirte con el naranjal, con la redonda luna que nos besa
eternamente, ciegamente en la patria
del naranjal y del naranjo, y entonces mi amor no sería sino eso,
el eco y el gemido de un follaje que te cubra y abrace
con mano vegetal, con labio vegetal, con la caricia
suave de una fruta que te ofrezca su espuma y sus aromas,
y mi afán adentrarte en el diamante de su semilla, al borde
de su caliente cáliz, de su pulpa aromática,
y todo esto que es palabra se haga tierra,
raíz donde caminar, canto de una guitarra para siempre envolviéndote,
para siempre cantándote, dichosa.