Domingo de nube general

Por Alejandro Mareco

∗ Bell Ville, Provincia de Córdoba (1963) - Escritor y periodista |

La gran espesura gris del cielo inspirado en el otoño que vendrá, en este mediodía de domingo se ha devorado hasta las montañas al oeste de mi balcón cordobés.

Este domingo de cuarentena, asustado, frágil, vulnerable, al que esta nube general le ha dado una densidad de alma común, como si el día y nosotros, cada uno de nosotros, nosotros cada uno, fuéramos lo mismo.

Esta consistencia gris hecha materia en los ojos parece tan sencillamente colectivo como parte del cosmos.

El horizonte ha sido borrado.

O, lo que es mejor, todo es horizonte: lo que empieza acá nomás, antes de que termina el balcón, apenas la esquina levanta la vista al cielo.

Esta lluvia de domingo se siente como la letanía del sábado en la que mi ciudad, mi pueblo, dejó de bailar, es decir, suspendió la exaltación de la vida: celebrar la clausura momentánea de lo anodino de los días, encontrarse, conocerse, entenderse, amarse, reproducirse… vivir la parte esa de la vida en la que la vida es un torbellino de vitalidad, de urgencia de vivir, de perpetuidad de vivir.

En la lenta humedad del sábado que caía como rocío era tan sencillo ver las ausencias. Tantos heridos de la cuarentena: los cuidadores de autos que se quedaron sin propinas para abrazarse al domingo… Todos aquellos ciudadanos (vecinos de mi ciudad, de mi querido país) que construyen su semana con el sustento de los billetes más arrugados y gastados que salen del fondo de los bolsillos de los otros compañeros del pueblo que pueden rascar el fondo de sus bolsillos.

Los anónimos, los que han sido señalados por los depredadores como los perdedores de la selva social, pueden ser aún más anónimos y perdedores en un fin de semana de cuarentena.

La cuarentena, tan imaginaria como concreta, es este horizonte de miedo que ha venido desde las lejanías a plantarse en la puerta de cada casa.

Y en este domingo de nube general, la espesura gris es la nostalgia de abrazos, besos y apretones pintada en el cielo.

Pero a la vez es tan común, tan asunto de todos, que es algo así como el velo visible que descorre otro velo cultural: el individualismo.

El individualismo se desnuda como la más absurda y estúpida creencia cuando la salud de tu respiración depende de que el otro, cualquiera de la inmensidad de otros que laten y hacen este mundo, se lave las manos con agua y jabón.

Este domingo de nube general es también un oportunidad.

Los seres humanos nunca venceremos al miedo hasta que no tengamos respuestas para los grandes misterios que sólo nuestra especie ha sido capaz de ver.

Pero acaso seamos capaces de vencer el egoísmo.

Defendernos y esperar que pase la pandemia para amanecer al día siguiente en las mismas calles con las mismas inequidades, el mismo desprecio por aquellos anónimos que hoy nos salvan si se lavan las manos con agua y jabón, será un absurdo más.

Este domingo de nube general es una oportunidad de no dejar, así nomás, las cosas como están.

Ahora, que la lluvia borra la maldad.

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