(de Para que me entiendan bien)
Un negro sopla una trompeta larga
como las tiras de su piel.
Sopla y sopla una trompeta roja
como el algodón del sur
que se tiznó con su sangre
y se empapó en su noche, para siempre.
Un negro sopla una trompeta blanca
como la hoguera de su risa.
Sopla y caen medallas.
Sopla y antiguos látigos se pudren.
Sopla
y una primavera furiosamente dulce
reparte flores negras sedientas como bocas
entre hombres de color, entre hombres de dolor,
entre niños de corazón descalzo,
entre oscuras mujeres de vientres luminosos.
La música del negro es más clara que el llanto.
Tiene fiebre de selva, amanecer de selva.
Tiene pisadas de ciudad,
maullidos de ciudad,
y ojos y uñas y besos de ciudad.
Tiene un amor tan húmedo y feroz
que la agazapada sonrisa del blanco retorna a su cubil
acosada
acusada por ese son eterno.