Jairo Aníbal Niño
Por Jairo Aníbal Niño
∗ Moniquirá, Colombia (1941) - Bogotá, Colombia (2010) | Escritor
LA GIOCONDA
Una vez en Barranquilla existió un hombre que dedicó su vida a estudiar el fenómeno de la sonrisa de la Gioconda.
Luego de muchos años de estudio e investigaciones, descubrió que Leonardo no pintó sobre el rostro de la mujer ninguna sonrisa. De su pincel surgió un rostro adusto con ojos del dulce color de las nubes del vino. Es el espectador quien al mirarla y quererla sonríe primero. Ella lo hace después.
* * *
LOS DONES
Un día nació una brujita y, como ocurre en esos casos, acudieron a verla sus hadas madrinas para hacerle entrega de sus dones.
—¿Qué gracia le concedemos a esta brujita recién nacida? —preguntó una de ellas.
—El don de hacerse invisible —sugirió un hada de rostro alunado.
—Creo que sería más útil para ella si fuera dotada de la habilidad para preparar filtros de amor —sugirió otra de talle de avispa.
—Yo soy de la opinión de que lo que más le conviene es la gracia de adivinar el pensamiento —dijo un hada que lucía en sus dedos anillos de hielo.
—Insisto en que lo más aconsejable es que adquiera la gracia de hacerse invisible —afirmó el hada de la faz de luna.
Mamá bruja se acercó a las hadas y tímidamente dijo:
—Yo deseo que a mi hija le concedan la gracia de volar.
—¿Reclamas para tu hija el don del vuelo? —preguntaron al unísono las hadas.
—Sí. Cuando la llevaba en mi vientre, en vez de pataditas daba aletazos. Por lo tanto, estoy segura de que volar es su mayor anhelo.
—Sea —dijeron en coro las hadas.
A la brujita le concedieron la gracia del vuelo.
Años más tarde y no sin esfuerzos, la brujita llegó a ser la comandante de un bellísimo avión Boeing 767.
* * *
EL CABALLO
—¿Qué tienes en el bolsillo?
—Un caballo.
—No es posible, niña tonta.
—Tengo un caballo que come hojas de menta y bebe café.
—Embustera, tienes cero en conducta.
—Mi caballo canta y toca el armonio y baila boleros, bundes y reggae.
—¿Se volvió loca?
—Mi caballo galopa dentro del bolsillo de mi delantal y salta en el prado que brilla en la punta de mis zapatos de colegial.
—Eso es algo descabellado.
—Mi caballo es rojo, azul o violeta, es naranja, blanco o verde limón, depende del paso del sol. Posee unos ojos color de melón y una cola larga que termina en flor.
—Tiene cero en dibujo.
—Mi caballo me ha dado mil alegrías, ochenta nubes, un caracol, un mapa, un barco, tres marineros, dos mariposas y una ilusión.
—Tiene cero en aritmética.
—Que lástima y que pena que usted no vea el caballo que tengo dentro de mi bolsillo.
Y la niña sacó el caballo del bolsillo de su delantal, montó en él y se fue volando.
Ilustración: Alejandro Barbeito