Un día cualquiera
Por Alejandro González Dago
∗ Ciudad de Córdoba - Escritor y hombre de radio |
Marzo del 2020 en la ciudad que es un pozo dentro de un valle. Verano. Jueves. Mi cuerpo todavía no sabe que mañana es viernes. Ocho y pico de la mañana. En silencio, la contaminación ambiental ha comenzado su trabajo en los pulmones de los contribuyentes. Uno de ellos, moroso como la mayoría, camina por una vereda de la Avenida Irigoyen y de un noveno piso le cae un piano en la cabeza. Una vecina que esperaba el colectivo grita conmovida
-!!!Un piaaaanooooo!!!, después hace de tripas corazón, toma su teléfono celular y llama a emergencias urgentes. La operadora de emergencias urgentes le pide calma y sus datos personales para evitar que sea una broma como las que habitualmente les hacen a los operadores de emergencias urgentes y porque además, justo ese día, era su cumpleaños y sus compañeros de emergencias urgentes le tenían jurada una jodita porque ella se jactaba de ser una operadora precavida y por eso decía que era la mejor operadora de emergencias urgentes. La vecina, celular en mano y a punto de largar el hervor, maldice la frialdad de la operadora de emergencias urgentes y se acuerda mal de la madre de la operadora. Cuando la operadora de emergencias urgentes le pregunta si es monotributista y le pide el número de CUIT, la vecina la trata de yegua. Entonces la ahora llamada yegua le responde: “Más yegua será tu madre”. Acto seguido interrumpe la comunicación. Mientras tanto, la precoz morbosidad púber hace que tres adolescentes corran al pozo que dejó el piano al caer para comprobar si se trata de El Hombre Araña que anda haciendo de las suyas porque así es Peter Parker luego de San Valentín ya que su vecina no lo quiere, y al cruzar la calle sin mirar a los costados, un colectivo repleto de pasajeros con cara de sueño y gestos de cobrar sueldos miserables frena en seco para no atropellar al futuro del país todavía en estado adolescente. Los pasajeros desparramados en el bondi se la agarran con el colectivero. Lo bañan con puteadas. Menos bonito le dicen de todo, y el colectivero baña con puteadas a los adolescentes y a los padres de los adolescentes porque dejan que sus hijos se amanezcan con la joda y medio en pedo salgan a buscar donde carajo comer algo sin respetar las señales de tránsito para cruzar la calle. Un cieguito con retinitis pigmentaria irreversible que venía en el primer asiento del bondi tocándose las partes, mientras la cogotea de manera impúdica dice que la culpa no es de los padres sino de los maestros, y una maestra que en la frenada había ido a parar al fondo del colectivo sobre la falda de un recién operado de hernia, furiosa le dice al tipo de la hernia que todos los ciegos son una mierda y si no que lo lea a Borges en Informe para Ciegos, y al tipo de la hernia (un tal Funes con fama de memorioso) le caen dos lagrimones. Por esquivar el colectivo que había frenado de golpe, la motito del pibe del delívery que llevaba un desayuno sorpresa se sube a la vereda, se lleva por delante un puesto de flores y al caer, las medialunas calentitas, el jugo de arándano y la crema de leche forman en el suelo una figura del cubismo como si fuese un centro de mesa natural de Diego Rivera con pensamientos y begonias de adorno.
-Mire seño, yo no sé qué pasó ahí que se juntó tanta gente pero usted vaya por otra calle y no me haga perder tiempo que por falta de tiempo me tomé el taxi, le dice al taxista su pasajera, una vieja copetuda con voz de pito que lo había tomado frente a La Fuente del Perdón para que la lleve hasta la peluquería para teñirse de rubio las raíces blancas. Al pasar el taxi por una quiniela, un gringo manos de pala ancha y dedos de berenjena pregunta si hubo algún muerto, y cómo alguien le responde que parece que sí, escribe en la pizarra que tiene en la puerta del local: - Si hoy sale el 48 al mate, mañana repetí tu jugada gratis. “El muerto es el 47, el 48 es el muerto que habla”, le grita desde el taxi la mujer al gringo, y el tano, cabrero, despotrica: “Non urlare, figlia di puttana”. Entonces de la nada surge un puñado de mujeres fundamentalistas y le dicen al gringo: -!!! ¡Gringo hijo de puta, sos un asqueroso boca sucia acosador machista!!! En la vereda de en frente a todo esto, un casal de ancianos tomados de la mano apura el paso. El viejito le dice a la viejita que se apure porque se le va a pasar el efecto de la pastilla azul, y la viejita de un empujón lo mete en una obra en construcción. Los albañiles comprenden la urgencia que a veces tiene la felicidad y le hacen un lugarcito en la covacha del sereno. “! ¡El piano de María Pía!” grita la madre de María Pía desde el piso nueve de la Avenida Irigoyen al mirar hacia abajo y se agarra la cabeza preocupada por el regalo de María Pía que el sábado cumple los quince. Dos inspectores municipales cortan el tránsito y un travesti amanecido, con voz aguardentosa, calza negra, puperita amarilla, perfume barato y tatuajes como los de Popeye el marino le pregunta a un enano patizambo que pedía una colaboración a cambio de una estampita de San Pantaleón si todo ese lío de gente era para comprar entradas para el concierto de Ricky Mártin; - ¿Ya llegó el bombón boricua recién casado? pregunta el travestido. A lo lejos se escucha una sirena. No es emergencias urgentes sino la policía persiguiendo a dos cacos que acaban de afanarle la cartera a una turista uruguaya. -Vio qué país de mierda señora, le dice en la Peatonal un retratista a la mujer uruguaya buscándole la lengua, y la mujer uruguaya, mostrándosela, le encarga un retrato de Gardel siempre y cuando el retratista acepte que Gardel era uruguayo. El retratista le dice que sí, que Gardel era uruguayo de Tacuarembó y le cobra el doble de la tarifa habitual. Un afinador de pianos maldice este día de mierda por la changa que acaba de perder al haberse caído el piano, y un cartonero con su hijo menor en las riendas mete el carro de culata al accidente por las dudas haya algo para llevarse porque en esta ciudad nunca se sabe. Por fin llega emergencias urgentes al lugar. Un policía gordo le pide a la gente que circule y la gente no circula.
- La gente circula cuando quiere gordo botón, hijo de puta, represor de mierda, le grita un cincuentón de colita de caballo y zapatillas maltrechas, y los paramédicos que estaban trabajando a reglamento para demostrar que los reglamentos no sirven, bajan pachorrientos de la ambulancia. Unos comedidos que nunca faltan levantan los restos del piano, el policía gordo observa el cuerpo del accidentado y da parte a la Central mientras los paramédicos se acercan a la víctima del piano y lo auscultan. Una paramédica con pinta de chica del tiempo de noticiero de televisión se abanica las manos para no estropear el esmalte de sus uñas recién pintadas, y bajo la atenta y escrutadora mirada de los curiosos lanza su primer diagnóstico: -¡Parece que está vivo! El pobre tipo con escoriaciones múltiples, hematomas, hemorragias, fracturas expuestas y traumatismos en todo el cuerpo intenta decir algo, pero no se le escucha ni se le entiende. Un arroyito de sangre le corre por el costado de la boca. La paramédica le dice que se quede tranquilo y tenga paciencia porque dos meses pasan volando, y el tipo mueve la cabeza como diciendo no es el tiempo lo que me preocupa y ni siquiera mi vida. Entonces la chica de la uñas todavía húmedas acerca su oído a la boca del accidentado y con el último hilito de voz que le quedaba el moribundo le dice: - Por favor, decime que es verdad que vuelve el Bebelo Reynoso.
- ¿Bebelo Reynoso ¿Quién es el Bebelo Reynoso?, pregunta la paramédica sin dejar de mover las manos, y el moribundo le responde: - Es la parte de uno que se fue en el tren mientras uno se quedaba en el andén; es la esperanza de Talleres. Ojalá vuelva. Desde que se fue ya no tengo más ganas de ir a la estación a esperar más trenes. Yo aprovecho, prendo otro cigarrillo, y miro el celular para saber si me llamaste. No; no me llamaste. Entonces me doy cuenta que un día más sin vos es un día cualquiera.
Ilustración: Alejandro Barbeito
Gracias querido amigo…disfeute su obra
Excelso gallego querido..que pluma!
Muy bueno Colo. Excelente retrato de un transeúnte observador. Genial
Quienes no imaginamos cómo se vive un día en la ciudad, tuvimos un doble disfrute. Muy bueno!!